miércoles, 19 de febrero de 2025

LA GRAN DEVOCIÓN

 

"Ya falta poco para irme al cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Dí a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro del pecho, que me está abrasando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María..."

Palabras de Santa Jacinta Marto a su prima Lucía, ambas tuvieron el privilegio junto a San Francisco Marto de contemplar a la Santísima Virgen María en Cova da Iría.


martes, 18 de febrero de 2025

LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO CONDENA LA EXPOSICIÓN BLASFEMA EN INSTALACIONES DE LA UNAM



 

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM)  la dizque exposición "artística" presentada en la Academia de San Carlos, en Ciudad de México, por ser ofensiva para la fe católica.

Por medio de un comunicado, los obispos señalaron que el arte debe ser un vehículo de encuentro y diálogo, y no una herramienta de burla o desprecio hacia las creencias de religiosas: “Nos duele y preocupa cuando el arte se utiliza para herir la sensibilidad y los símbolos sagrados... pues esto no construye puentes sino que profundiza las divisiones en nuestra sociedad”.

En su comunicado, los obispos mexicanos hacen un llamado a la reflexión sobre el verdadero poder transformador del arte.

La CEM haciendo referencia a la exposición blasfema señala que, “apelando a la libertad de expresión, usan la burla, el desprecio y la intolerancia hacia otros otros miembros de la comunidad”.

Los obispos denuncian que la exposición blasfema en la Antigua Academia San Carlos de la CDMX, perteneciente a la Universidad Autónoma de México “queda a deber mucho a la sociedad, pues el arte es novedad que busca construir el encuentro y alimentar la esperanza”.

“El auténtico arte no necesita profanar lo sagrado para ser provocador, su mayor provocación debe ser la apelación a lo más auténtico del ser humano, su dignidad, su trascendencia y su capacidad de construir un mundo mejor”, enfatizaron los obispos mexicanos.

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El día de ayer otros grupos católicos fueron a una nueva manifestación de desagravio en la Antigua Academia San Carlos. Algunos de ellos fueron arbitrariamente encerrados dentro de las instalaciones, ilegalmente privados momentáneamente de su libertad y fotografiadas y archivadas sus identificaciones personales. Finalmente se impusieron con rezos, cantos religiosos y vivas a Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe, sumándose a los demás manifestantes que afuera coreaban fuertemente los rezos y consignas católicas.

lunes, 17 de febrero de 2025

LA ROSA Y EL FUEGO


Sofía caminaba con prisa, como siempre. Tacones altos, un bolso de marca colgando de su muñeca y un café en la otra mano. No estaba segura de adónde iba, pero tampoco le importaba. Últimamente, su vida transcurría en una inercia cómoda: moda, redes, fiestas, música. Todo parecía diseñado para ser visto, para ser compartido. Era hermosa, y lo sabía. Pero en los últimos meses, una sensación incómoda crecía en su interior, como un murmullo que no podía acallar.

El mundo entero la aplaudía, pero algo dentro de ella se sentía vacío.

Aquel día, decidió desviarse por un parque solitario, con árboles centenarios que parecían susurrar historias del pasado. Entonces la vio.

Sentada en un banco de piedra, una anciana giraba entre sus dedos una rosa marchita. Sus manos estaban arrugadas, pero en su porte había algo sereno, algo inquebrantable. Sofía no pudo evitar detenerse.

—Es hermosa, ¿verdad? —dijo la anciana sin apartar la vista de la flor.

Sofía asintió, aunque en realidad la rosa parecía a punto de deshacerse.

—Hace días que fue cortada, pero su perfume sigue aquí —continuó la anciana—. No tiene la frescura de ayer, pero aún entrega su esencia.

Sofía frunció el ceño.

—¿Y qué pasará cuando ya no huela?

La anciana la miró con sus ojos claros, tan profundos que Sofía sintió un vértigo extraño.

—Se volverá polvo. Como todas las cosas que se quedan en lo superficial.

Sofía sintió un escalofrío.

—No entiendo…

La anciana sonrió con ternura, pero su mirada era firme.

—Hoy, la belleza se ha vuelto un disfraz, un engaño. Nos han convencido de que ser bellas es atraer miradas, pero no nos dijeron que el cuerpo es solo un envoltorio. Nos entrenaron para mostrarnos, pero no para ser. Nos hicieron creer que valemos por lo que revelamos, pero jamás por lo que ocultamos.

Sofía sintió un nudo en la garganta.

—¿Y qué tiene de malo la belleza? —preguntó, con un tono más defensivo del que pretendía.

—Nada —respondió la anciana—. Lo malo es cuando la belleza se vacía de significado. Cuando la usas como un anzuelo y no como un don. Cuando el vestido no realza la dignidad, sino que la destruye. Cuando una mujer deja de ser un misterio para convertirse en un escaparate.

Sofía sintió que el suelo se volvía inestable bajo sus pies.

—Las mujeres hoy son como rosas de plástico —continuó la anciana—. Se ven perfectas, pero no tienen perfume. No mueren, pero tampoco viven. No duelen, pero tampoco aman. Han cambiado el fuego por el artificio, la esencia por la imagen.

—Pero… ¿no es importante sentirse bien con una misma? —insistió Sofía, buscando un resquicio para su propia defensa.

La anciana inclinó la cabeza con dulzura.

—Sí, pero dime, ¿sentirse bien es lo mismo que ser libre?

Sofía abrió la boca, pero no supo qué responder.

—Hoy te dicen que eres libre si puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo —continuó la anciana—. Pero la verdadera libertad no es seguir deseos que otros han sembrado en ti. Es elegir el bien, aunque nadie lo haga. Es saber que eres más que un vestido, más que un like, más que un cuerpo bien formado.

—Pero si me visto bonita, ¿qué daño hay en eso? —insistió Sofía.

La anciana sonrió con dulzura.

—Nada, hija. Dios mismo viste de hermosura los lirios del campo. Pero fíjate: su belleza no es forzada, ni fingida, ni provoca en otros deseos desordenados. Crecen con dignidad, con gracia. La verdadera belleza atrae el alma, no solo los ojos. ¿Te has preguntado si lo que llevas puesto lleva a alguien a mirar más allá de tu cuerpo?

Sofía bajó la vista, inquieta.

—Pero… la moda cambia —susurró, más para sí misma que para la anciana.

—Y la verdad no —respondió la anciana con firmeza—. ¿Sabes por qué el mundo insiste tanto en desnudar a la mujer? Porque la desnudez no es solo física, es espiritual. Cuanto más se exhibe el cuerpo, menos se valora el alma. Cuanto más se muestra, menos se protege. Y cuanto menos se protege, más fácil es que la traten como un objeto de usar y tirar.

El aire se volvió denso.

—Hemos olvidado que el cuerpo es un templo —continuó la anciana—. Y en el templo no se entra de cualquier manera, ni se permite que cualquiera entre a profanarlo. Una mujer que se viste con dignidad se respeta, y quien se respeta, enseña a los demás a respetarla.

Sofía sintió la urgencia de replicar, de justificar la moda, de hablar de la libertad. Pero una parte de ella sabía que no tenía respuesta.

—¿Y qué significa arder? —preguntó finalmente, con la voz más débil de lo que esperaba.

—Arder significa no temerle a la verdad. Significa que tu belleza no sea un señuelo, sino un reflejo de lo que eres por dentro. Que en vez de atraer miradas, ilumines almas. Que seas una mujer que inspira a otros a mirar hacia arriba, no hacia abajo.

Sofía miró su reflejo en la pantalla de su celular apagado. Su ropa ajustada, su pose ensayada, sus labios perfectamente delineados. Por primera vez en años, sintió que aquello no la representaba.

La anciana extendió la rosa marchita. Sofía la tomó entre sus manos. Suavemente, acercó la flor a su nariz y aspiró su aroma. Todavía olía a algo.

—Las rosas no nacen para adornar escaparates —susurró la anciana—. Nacen para ser jardín, para ser fragancia, para ser fuego.

Sofía levantó la vista, pero la anciana ya no estaba.

Solo quedaba la rosa.

OMO

sábado, 15 de febrero de 2025

CATÓLICOS PROTESTAN FRENTE A LA EXPOSICIÓN BLASFEMA


  Posteriormente a lo acontecido con el señor de la tercera edad que fue violentamente expulsado de la exposición blasfema solo por estar rezando hincado dentro del recinto de la misma (ver nuestro post de ayer), un numeroso grupo de católicos protestó ayer, horas más tarde, contra la exposición rezando el rosario a las afueras de la Antigua Academia Nacional de San Carlos de la CDMX, dependiente de la UNAM.

Los manifestantes acusaron a la exposición como evidente “cristianofobia” y señalaron que “la blasfemia no es arte”. Lamentaron que una persona de la tercera edad haya sido expulsada violentamente horas antes "violando sus derechos más elementales" y exponiendo la integridad física de una persona septuagenaria que "fue aventada a la calle sin ninguna consideración a su edad". Asimismo hicieron la observación de que resulta inconcebible que con recursos públicos se financien estas burlas y ofensas contra la fe de un pueblo que es mayoritariamente católico, usando los impuestos que paga no para su beneficio sino para burlarse de sus creencias religiosas.

Con mantas condenando la cristianofobia, imágenes del Inmaculado Corazón de María y esculturas de la Virgen de Fátima elevaron preces y cantos religiosos en desagravio por las blasfemias expuestas.

Ante los sucesos, la UNAM cerró temporalmente la blasfema exposición, sin indicar si será reabierta.



viernes, 14 de febrero de 2025

LA INTOLERANCIA DE LOS "TOLERANTES"

 


Nota: Si no abre el vídeo, favor de verlo aquí: 

https://www.facebook.com/share/v/15dLtunpJq/

Católico que pacíficamente rezaba hincado como desagravio a una exposición blasfema que se presenta en instalaciones de la UNAM, en la Ciudad de México, pide cinco minutos para terminar sus oraciones, pero es violentamente desalojado sin oponer resistencia mientras grita vivas a Cristo Rey, a la Virgen de Guadalupe y denuncia a esa exposición como contraria a la fe del pueblo mexicano.

Es cargado violentamente contra su voluntad y es arrojado al suelo de la calle.

Se habla de "libertad" y se pide "tolerancia" para la blasfemia, pero un sencillo fiel que rezaba pacíficamente al sentir heridas sus creencias no puede ser tolerado solo durante cinco minutos.

Aplican la ley del embudo en esto de la tolerancia y la libertad. Parece que solo el mal tuviera "derechos".

Nota: Agradecemos al lector que nos envió este video.

jueves, 13 de febrero de 2025

ORACIÓN A LA INMACULADA


Oh María Inmaculada, soberana Reina de los cielos y la tierra, y nuestra bondadosa Abogada, te suplicamos dígnate interceder por nosotros. Ruega a Dios que envíe a San Miguel y todos los santos Ángeles alejar a todos los obstáculos que se oponen al reinado del Sagrado Corazón de Jesús en las almas, nuestras familias, nuestro país y el mundo entero.

Y tú, San Miguel, príncipe de la celestial milicia, te suplicamos de todo corazón que vengas a nuestro auxilio. Defiéndenos contra los ataques de satanás; y por el poder que Dios te confirió, después de asegurar la victoria de la Iglesia en este mundo, guía nuestras almas hacia las eternas moradas. Amén.

¡Sagrado Corazón de Jesús, venga a nos el tu Reino!

 San Pío X otorgó, mediante rescripto del 29 de Junio de 1906, a esta oración 300 días de Indulgencia.

miércoles, 12 de febrero de 2025

SOY TRIGO DE DIOS: EL MARTIRIO COMO TRANSFIGURACIÓN EN CRISTO

En la aurora de la cristiandad, cuando la sangre de los justos marcaba con su carmín las arenas del circo, surgieron voces que no clamaban por piedad, sino por consumación. Eran los mártires, testigos en el sentido más alto de la palabra, cuyas almas, encendidas en la llama del amor divino, anhelaban su tránsito como el ciervo anhela las aguas vivas. Entre ellos brilla con luz singular San Ignacio de Antioquía, quien, al presentir la cercanía de su sacrificio, pronunció palabras que resuenan como un eco de la eternidad:

“Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras para llegar a ser pan puro de Cristo.”

¿Qué es este grito sino la expresión suprema de la fe llevada a su cumbre? No es lamento, ni resignación, ni simple valentía natural; es la voz de un alma que ha comprendido el misterio más profundo del cristianismo: morir en Cristo es renacer en gloria, ser triturado es ser transformado, desaparecer en la oblación es encontrar la plenitud del ser.

El martirio es la más alta configuración con el Redentor; es la expresión última y perfecta del amor. El mundo lo ve como derrota, pero la Iglesia lo canta como triunfo; los verdugos creen que destruyen, pero sólo purifican; la muerte parece devorar al justo, pero en verdad lo exalta.

1. Trigo de Dios: el martirio como sacrificio eucarístico

San Ignacio no se limita a aceptar el martirio: lo desea, lo abraza, lo ruega. No como quien desespera de la vida, sino como quien ha comprendido que el verdadero sentido de la existencia no está en conservarla, sino en ofrecerla. Su metáfora del trigo encierra un simbolismo sublime: el mártir no es un condenado, es un pan en preparación; no es una víctima inerme, sino un holocausto voluntario.

La Escritura nos da la clave para interpretar este misterio:

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.” (Juan 12, 24)

La Iglesia ha entendido siempre que en la oblación del mártir se prolonga el sacrificio de Cristo. La Eucaristía es el centro del cristianismo porque es el memorial vivo del sacrificio del Calvario; pero el martirio es su actualización en la carne de los santos. De ahí que la Iglesia primitiva celebrara la Misa sobre las tumbas de los mártires: en ellos se hacía visible lo que en el altar se realizaba místicamente.

San Ignacio lo comprende con toda la lucidez de un alma inflamada por Dios: su muerte no es aniquilación, sino transfiguración. Como el trigo es triturado para convertirse en pan, así él será triturado para convertirse en oblación perfecta. No se aferra a la vida, porque su corazón late con la certeza de que muriendo con Cristo se puede reinar con Él.

2. El martirio: la unión total con Cristo

El mundo no entiende el martirio. Para la mentalidad terrenal, la muerte es siempre un mal, un fracaso, una pérdida irreparable. Pero Cristo ha dado un giro absoluto a esta visión:

“Quien pierda su vida por mí, la hallará.” (Mateo 16, 25)

San Ignacio es un alma totalmente poseída por esta verdad. No teme a las fieras, no se resiste al suplicio, no busca caminos de evasión. Al contrario, su única inquietud es que los fieles de Roma, movidos por la compasión humana, intercedan para librarlo. Por eso les escribe con vehemencia:

“Dejadme ser imitador de la Pasión de mi Dios.” (Carta a los Romanos, 6)

Aquí está el núcleo del martirio cristiano: no es una simple muerte heroica, sino una identificación plena con Cristo crucificado. Santo Tomás de Aquino explica que el martirio es la forma más alta de la caridad, porque en él el hombre entrega su vida por amor a Dios (Suma Teológica, II-II, q. 124, a. 3).

Y es que el mártir no sólo imita a Cristo: en él se cumple el misterio de la Cruz. Como enseña San Pablo:

“Con Cristo estoy crucificado; y no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí.” (Gálatas 2, 20)

Por eso San Ignacio no teme, no se lamenta, no retrocede. Su carne será despedazada, pero su alma se unirá irrevocablemente al Amado.

3. El martirio como semilla fecunda

Roma creía que exterminaba a los cristianos al entregarlos a la espada y a la hoguera, pero en verdad los multiplicaba. En el martirio se revelaba con potencia el misterio del cristianismo: la muerte no vence, la Cruz no destruye, la sangre no apaga la fe, sino que la enciende más. 

La sangre de los mártires es semilla de cristianos.

San Ignacio no fue derrotado en el circo romano: fue coronado en la eternidad. No fue devorado por las bestias: fue absorbido por la gloria. Su martirio no fue el fin de su misión: fue su cumplimiento más alto.

Las fieras han pasado, los emperadores han caído, los coliseos son ruinas, pero la fe que él confesó con su sangre sigue viva. Su grito sigue resonando en la Iglesia:

“Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras para llegar a ser pan puro de Cristo.”

Que su testimonio nos inflame con el ardor de los mártires. Que su ejemplo nos inspire a vivir con radicalidad nuestra fe. Que su voz nos recuerde que sólo en Cristo se encuentra la verdadera vida.

OMO


Bibliografía

San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos.

Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 124, a. 3.

La Sagrada Escritura (versión Vulgata y traducciones tradicionales).


martes, 11 de febrero de 2025

NO ME DESAMPARES, MADRE


No me desampare tu amparo,

No me falte tu piedad.

No me olvide tu memoria.

Si tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá?

Si tú, me olvidas, ¿quién se acordará de mí?

Si tú, que eres estrella de la mar y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar?

No me dejes tentar del enemigo,

Y si me tentare, no me dejes caer.

Y si yo cayere, ayúdame a levantar.

¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses?

¿Quién te pidió, que no le otorgases?


FRAY LUIS DE GRANADA.

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INVOCACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES.

1– ¡Oh! Querida Virgen de Lourdes, cómo un pobre peregrino, me postro delante de Ti, anegada mi alma en llanto y dolor. Recibe mi plegaria y mis lágrimas. 

AVE MARÍA.

2– ¡Oh! Querida Virgen de Lourdes, mi alma está triste, se halla pobre y desamparada. Ayuda, sostiene y consuela a quien te ama y ruega. 

AVE MARÍA. 

3– ¡Oh! Querida Virgen de Lourdes, en mi corazón nace la esperanza de que en verdad me oirás. Espero, espero, pues, la gracia. Madre mía, siempre te amaré. 

AVE MARÍA.

lunes, 10 de febrero de 2025

MURIÓ GRITANDO: ¡VIVA CRISTO REY!


José Sánchez del Río, dio su vida el 10 de febrero de 1928.

Dios se valió de un pequeño muchacho para manifestar su grandeza. Tenía casi 15 años de edad. El deseo ardiente de santidad y de fidelidad a Cristo hasta el martirio prendieron en su corazón desde su más tierna edad. La gracia divina actuó sirviéndose también de una naturaleza, de un carácter claramente fuerte y decidido. Se nota en José esa unión exquisita entre la naturaleza y la gracia. Se puede decir que a pesar de su adolescencia, se encontró con el misterio de Cristo y quedó arrebatado y fascinado por Él. Se había unido a la lucha con los cristeros y cuando el caballo del general Guízar cayó muerto en la refriega del combate, le cedió su caballo diciéndole que era importante que él salvara la vida.

Capturado y atormentado para que declinara de su fe, se mantuvo firme. Ya cuando iba a ser ejecutado, le permitieron escribir una carta a su madre y en sus palabras denotan una visión trascendental de su muerte y por ello la consuela: ‘Yo muero muy contento porque muero en la raya, al lado de nuestro Señor. No te apures por mi muerte, qué es lo que me mortifica; antes diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del mas chico’.

sábado, 8 de febrero de 2025

LA ÚLTIMA CAMPANA


NADIE NOTÓ EL SILENCIO

Nadie notó el momento exacto en que las campanas enmudecieron.

Al principio, fue algo discreto. Se hablaba de seguridad, de protocolos, de evitar riesgos innecesarios. No era momento para sentimentalismos. Luego, cuando alguien preguntó por qué las iglesias seguían cerradas mientras los centros comerciales abrían, la respuesta fue simple: la fe podía practicarse en casa.

La fe, decían, era asunto privado.

Las campanas no eran necesarias.

EL DIÁLOGO ENTRE EL SACERDOTE Y EL SACRISTÁN

El padre Esteban caminaba lentamente por la nave vacía de la iglesia. Cada paso resonaba en la piedra como un eco lejano de tiempos mejores.

Martín, el sacristán, estaba sentado en un banco al fondo, mirando el suelo. No había misa. No había velas encendidas. Solo la oscura soledad de un templo que, sin su pueblo, parecía más muerto que vivo.

—¿Cuánto tiempo más cree que durará esto, padre? —preguntó, sin levantar la vista.

El sacerdote suspiró y se apoyó en el respaldo de un banco.

—El tiempo no es el problema, Martín. El problema es lo que se ha perdido en este tiempo.

El sacristán alzó la cabeza.

—¿Y qué se ha perdido? La gente sigue viva. Siguen adelante.

—¿Siguen adelante? —El sacerdote sonrió con tristeza—. Sí, siguen adelante… pero sin Dios. Y peor aún, sin esperanza.

Martín frunció el ceño.

—¿Esperanza?

—Mira a tu alrededor. Han cerrado las iglesias, han prohibido los sacramentos, y la gente ha aceptado todo sin protestar. ¿Por qué? Porque han aprendido a temer más a la muerte que a la ausencia de Dios.

Martín asintió en silencio.

—Antes, cuando alguien moría —continuó el sacerdote—, se preparaban con los sacramentos. Se buscaba la confesión, la extremaunción, la Misa de difuntos. Sabían que la muerte no era el fin, sino el comienzo. Pero ahora…

—Ahora la ven como la peor tragedia posible —terminó Martín.

—Exactamente. Y ese miedo los ha vuelto dóciles. Controlables.

Martín se pasó una mano por el rostro.

—Recuerdo cuando mi abuela nos contaba sobre los mártires. Sobre San Ignacio de Antioquía, que iba al martirio con gozo y escribió: “Es hermoso morir para el mundo y vivir para Dios.” Ahora, la gente haría cualquier cosa por evitar la muerte.

—Porque ya no creen en la vida eterna —asintió el sacerdote—. Y cuando un pueblo deja de creer en la vida eterna, la muerte se convierte en su tirano.

Martín se quedó en silencio un momento.

—¿Y qué podemos hacer, padre? No podemos obligarlos a creer.

El sacerdote lo miró fijamente.

—No, pero podemos recordarles lo que han olvidado.

—¿Cómo?

El padre Esteban sonrió y señaló el campanario.

—Las campanas siempre han llamado a la batalla. Y esta es la mayor batalla de todas.

Martín abrió los ojos con sorpresa.

—Pero… si hacemos sonar la campana, la gente nos mirará como locos.

—O tal vez como despertadores. ¿Recuerdas lo que decía Santa Teresa de Ávila? “Muero porque no muero.” Esa es la actitud cristiana ante la muerte. No debemos temerla, sino anhelar la unión con Dios. Y es momento de que todos lo recuerden.

Martín miró la cuerda de la campana.

—¿Está seguro?

—Lo estoy. La muerte no es el fin. Pero el miedo a la muerte sí puede serlo.

LA CAMPANA QUE DESPERTÓ LA NOCHE

Esa noche, la ciudad dormía bajo el peso de su propia resignación.

Nadie caminaba por las calles. Nadie miraba las iglesias vacías.

Pero Martín subió los escalones de la torre con pasos firmes.

Arriba, el viento golpeaba la piedra fría. Frente a él, la cuerda de la campana colgaba, inmóvil, como si hubiera sido olvidada.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer tendría consecuencias. Sabía que algunos se enfurecerían. Que otros se asustarían.

Sabía que una campana podía ser más peligrosa que un discurso.

Porque recordaría a la gente lo que habían olvidado.

Martín cerró los ojos.

Y tiró de la cuerda.

EL SONIDO QUE LO CAMBIÓ TODO

El tañido rasgó la noche.

No fue un sonido cualquiera. Fue un eco profundo, primitivo, como si el tiempo hubiera retrocedido siglos.

En las casas, los ancianos alzaron la cabeza.

En los departamentos, los niños preguntaron qué era ese sonido.

En la ciudad dormida, el eco de la campana rompió la inercia del miedo.

El padre Esteban sonrió.

—Hemos vuelto.

Y entonces, sucedió algo inesperado.

A lo lejos, otra campana comenzó a sonar.

Luego otra.

Y otra.

En distintos rincones de la ciudad, los campanarios que habían estado en silencio durante meses despertaban uno a uno.

Los párrocos, los sacristanes, los fieles que aún se atrevían a creer, todos comprendieron en ese instante que la batalla no había terminado.

Las campanas resonaban en la noche, llamando no solo a la oración, sino al despertar de un pueblo que se había dejado adormecer en el miedo.

Al otro día, cuando intentaron silenciarlos, ya era tarde.

Las campanas habían sonado.

Y la fe, que había sido enterrada bajo el miedo, había despertado de nuevo.

OMO