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I. EL INFIERNO, LOS EUFEMISMOS Y LA LITURGIA PROFANA DEL YO
El aborto es un crimen. No hay atenuante posible, ni contexto que lo dignifique, ni ret贸rica que lo suavice. Es, en s铆 mismo, un acto de injusticia absoluta: la destrucci贸n deliberada del m谩s inocente, del m谩s indefenso, del m谩s irreemplazable. Su malicia no necesita adjetivos para ser monstruosa. Basta el hecho.
Pero como si no bastara con la muerte, la cultura moderna ha a帽adido el escarnio. Hoy se mata al hijo no s贸lo en la sombra, sino bajo los reflectores; no con l谩grimas, sino con aplausos; no en secreto, sino como espect谩culo. Lo que anta帽o era escondido como pecado, hoy es celebrado como derecho. Y esto no es solamente una aberraci贸n a帽adida: es una consagraci贸n del crimen, una liturgia profana del yo, una religi贸n sin Dios cuyo dogma es la autonom铆a absoluta y cuyo altar es el vientre profanado.
Cada vez que se sacrifica a un inocente en nombre de la “libertad reproductiva”, se perpetra una negaci贸n sistem谩tica del orden natural, una subversi贸n del derecho y una blasfemia contra la ley divina. Lo que llaman “interrupci贸n voluntaria del embarazo” no es solamente la extirpaci贸n de una criatura: es la afirmaci贸n solemne de que el yo se ha vuelto dios, de que el bien y el mal pueden ser definidos por decreto, de que matar puede ser un acto de justicia.
II. LA INVERSI脫N DEL LENGUAJE: DE CRIMEN A DERECHO
La guerra espiritual de nuestro tiempo se libra en el campo del lenguaje. No basta con cometer el mal: es necesario rebautizarlo. As铆, el aborto se convierte no solamente en un “derecho”, sino en una “conquista”, en un “acto de amor”, en una “forma de justicia social”. Cada palabra ha sido cuidadosamente trastocada para que el infierno se diga con tonos de dulzura.
Pero el Doctor Ang茅lico ense帽a que veritas est adaequatio rei et intellectus —la verdad es la conformidad entre la cosa y el entendimiento. Cuando el lenguaje se disocia de la realidad, se disocia tambi茅n de la verdad. Nombrar al asesinato como “intervenci贸n” no lo hace menos homicidio; proclamarlo como “progreso” no lo hace menos pecado. Este es el lenguaje del padre de la mentira, que prometi贸 libertad en el Para铆so y entreg贸 muerte.
III. LA LEGALIDAD COMO M脕SCARA DE LA INJUSTICIA: EL ESTADO COMO SACERDOTE DE LA NUEVA RELIGI脫N
La ley humana, cuando se aparta de la ley eterna y natural, deja de ser ley y se convierte en corrupci贸n de la misma. El Estado moderno, que otrora fue instituido para custodiar la justicia, ha abrazado la apostas铆a jur铆dica: no solamente tolera el aborto, lo promueve; no solamente lo permite, lo financia; no solamente lo despenaliza, lo convierte en s铆mbolo de civilizaci贸n.
As铆, el aparato legal se convierte en instrumento de muerte. Y, como ense帽aba el Magisterio tradicional, lex iniusta non est lex —la ley injusta no obliga, sino que oprime. El orden jur铆dico que protege la muerte y persigue la vida ha invertido su finalidad: ya no protege al inocente, sino que protege al verdugo.
IV. EL CUERPO DE LA MUJER COMO CAMPO DE BATALLA IDEOL脫GICA
El feminismo moderno ha sustituido el dogma del amor por el dogma de la revancha. El vientre materno, que deb铆a ser santuario, se ha convertido en trinchera; la maternidad, que deb铆a ser don, se ha vuelto esclavitud; la vida, que deb铆a ser acogida, se ha convertido en enemigo. El cuerpo femenino ha sido reclutado como campo de guerra por una ideolog铆a que no busca elevar a la mujer, sino despojarla de su esencia.
La mujer no es liberada cuando rechaza la vida; es desfigurada. El demonio no odia la libertad de la mujer: odia su capacidad de dar vida. Por eso el aborto no es solamente un acto contra el hijo: es una rebeli贸n contra la maternidad misma. Es el grito luciferino: non serviam.
V. LA V脥CTIMA SIN VOZ: EL NO-NACIDO Y LA OMISI脫N DE LOS JUSTOS
El ni帽o por nacer es el m谩s perfecto 铆cono de Cristo inocente: no tiene poder, no tiene voz, no tiene defensa. Y sin embargo, su muerte es celebrada como si fuera una victoria. La cultura moderna no solamente permite el crimen: lo proclama como virtud.
¿Y d贸nde est谩n los justos? ¿D贸nde est谩n los padres, los maestros, los legisladores, los m茅dicos, los cl茅rigos? ¿D贸nde est谩n aquellos que deb铆an alzar la voz en defensa del m谩s peque帽o? Callan. Porque hablar les costar铆a prestigio, seguridad o comodidad. Con todo, la historia, en su vaiv茅n, a veces muestra destellos de heroicidad: en medio de la podredumbre moral, a煤n hay quienes, con una sencilla directriz o “hoja” de intenciones, se atreven a defender la vida del concebido, dando testimonio de que la prudencia pol铆tica, cuando es recta, puede ser un baluarte contra la tiran铆a.
Pero el silencio ante la injusticia es complicidad con el mal. Es mejor morir con la Verdad que vivir con la mentira.
VI. LA VENGANZA DE LA NATURALEZA: CICATRICES ESPIRITUALES
El aborto no termina cuando cesa el latido del ni帽o. El alma de la madre —creada para amar, no para destruir— queda marcada. Aunque la ideolog铆a diga que ha “decidido libremente”, la naturaleza grita. Los vientres vac铆os lloran. Las cunas nunca compradas claman. Las pesadillas no cesan. La culpa no se borra con p铆ldoras.
No solamente se destruye un cuerpo: se hiere un esp铆ritu. No solamente se apaga una vida: se fractura la conciencia. No solamente se suprime al hijo: se oscurece la maternidad.
VII. LA RESPUESTA CAT脫LICA: LUZ EN LA TINIEBLA
No bastan argumentos pol铆ticos. No bastan estad铆sticas m茅dicas. No bastan campa帽as de sensibilizaci贸n. Contra esta herej铆a vital, solo hay una respuesta suficiente: el Evangelio 铆ntegro, la ley natural proclamada con claridad, la doctrina cat贸lica vivida con fidelidad.
Es necesario que resplandezca de nuevo la verdad eterna: que la vida es sagrada, que el hijo no es enemigo, que la maternidad es un don, que el crimen jam谩s puede ser derecho. La respuesta no vendr谩 de las 茅lites ilustradas ni de las ONGs internacionales: vendr谩 de las almas humildes que han guardado la fe, de los laicos valientes, de los confesores fieles, de los ap贸stoles del Sagrado Coraz贸n, que a煤n se atreven a llamar pecado al pecado y gracia a la gracia.
EP脥LOGO: EL D脥A DEL JUICIO Y LA SENTENCIA QUE IMPORTA
Vendr谩 el d铆a en que los inocentes nos miren desde la eternidad. No preguntar谩n qu茅 leyes se aprobaron, qu茅 marchas organizamos, qu茅 editoriales firmamos. Preguntar谩n algo m谩s simple y m谩s terrible: “¿D贸nde estabas t煤 cuando nos mataban?”
Y si nuestro silencio fue c贸mplice, si nuestra tibieza fue disfraz de prudencia, si nuestra omisi贸n fue m谩s c贸moda que nuestra fidelidad… entonces no podremos responder.
La historia juzgar谩 al aborto como juzga hoy a la esclavitud. Pero m谩s all谩 de la historia, el Justo Juez pedir谩 cuentas. Y entonces, s贸lo los que hayan defendido la vida con palabra, con oraci贸n y con sacrificio, ser谩n hallados dignos.
Oscar M茅ndez O.