lunes, 11 de agosto de 2025

¿CONOCES ESTE CANTO A LA SMA. VIRGEN?

馃幍 “Oh Mar铆a, Madre M铆a” 馃幑 es un canto mariano tradicional, muy querido en comunidades de habla hispana, aunque no es muy claro su origen que se disputa entre M茅xico y Espa帽a, refleja la herencia de la lengua espa帽ola en la devoci贸n a Mar铆a. Sus palabras son una oraci贸n sencilla y profunda, confiando el coraz贸n a la Virgen Mar铆a, buscando su gu铆a y su consuelo. Para muchos, no es solo m煤sica: es un pedacito de infancia, un eco de fe, un recordatorio de esperanza.


UN SER HUMANO SOLO PUEDE CONCEBIR OTRO SER HUMANO Y NO UN SIMPLE MONT脫N DE C脡LULAS

 

Un mes despues de la concepci贸n, un ser humano mide de largo un sexto de pulgada. El diminuto coraz贸n ya ha comenzado a latir desde hace una semana, y los brazos, piernas, cabeza y cerebro ya han comenzado a tomar forma. A los dos meses, el ni帽o ya cabe en una c谩scara de nuez: acurrucado, la persona mide poco m谩s que una pulgada. Dentro de tu pu帽o cerrado, la persona ser铆a invisible, y podr铆an aplastarlo sin tener intenci贸n de ello incluso sin darte cuenta. Pero si abres tu mano, la persona est谩 pr谩cticamente completa, con manos, pies, cabeza, 贸rganos internos, cerebro, todo en su sitio. Todo lo que necesita es crecer. Mirando incluso m谩s cerca con un microscopio est谩ndar, puedes ser capaz de ver sus huellas dactilares. Todo lo necesario para establecer su identidad ya est谩 en su lugar.

-Jerome Lejeune. Genetista Moderno.

s谩bado, 9 de agosto de 2025

EL DERECHO A MATAR: ENTRE LA C脕NULA, EL PA脩UELO Y LA DECLARACI脫N DE DERECHOS HUMANOS

Puede verse tambi茅n en:


I. EL INFIERNO, LOS EUFEMISMOS Y LA LITURGIA PROFANA DEL YO

El aborto es un crimen. No hay atenuante posible, ni contexto que lo dignifique, ni ret贸rica que lo suavice. Es, en s铆 mismo, un acto de injusticia absoluta: la destrucci贸n deliberada del m谩s inocente, del m谩s indefenso, del m谩s irreemplazable. Su malicia no necesita adjetivos para ser monstruosa. Basta el hecho.

Pero como si no bastara con la muerte, la cultura moderna ha a帽adido el escarnio. Hoy se mata al hijo no s贸lo en la sombra, sino bajo los reflectores; no con l谩grimas, sino con aplausos; no en secreto, sino como espect谩culo. Lo que anta帽o era escondido como pecado, hoy es celebrado como derecho. Y esto no es solamente una aberraci贸n a帽adida: es una consagraci贸n del crimen, una liturgia profana del yo, una religi贸n sin Dios cuyo dogma es la autonom铆a absoluta y cuyo altar es el vientre profanado.

Cada vez que se sacrifica a un inocente en nombre de la “libertad reproductiva”, se perpetra una negaci贸n sistem谩tica del orden natural, una subversi贸n del derecho y una blasfemia contra la ley divina. Lo que llaman “interrupci贸n voluntaria del embarazo” no es solamente la extirpaci贸n de una criatura: es la afirmaci贸n solemne de que el yo se ha vuelto dios, de que el bien y el mal pueden ser definidos por decreto, de que matar puede ser un acto de justicia.

II. LA INVERSI脫N DEL LENGUAJE: DE CRIMEN A DERECHO

La guerra espiritual de nuestro tiempo se libra en el campo del lenguaje. No basta con cometer el mal: es necesario rebautizarlo. As铆, el aborto se convierte no solamente en un “derecho”, sino en una “conquista”, en un “acto de amor”, en una “forma de justicia social”. Cada palabra ha sido cuidadosamente trastocada para que el infierno se diga con tonos de dulzura.

Pero el Doctor Ang茅lico ense帽a que veritas est adaequatio rei et intellectus —la verdad es la conformidad entre la cosa y el entendimiento. Cuando el lenguaje se disocia de la realidad, se disocia tambi茅n de la verdad. Nombrar al asesinato como “intervenci贸n” no lo hace menos homicidio; proclamarlo como “progreso” no lo hace menos pecado. Este es el lenguaje del padre de la mentira, que prometi贸 libertad en el Para铆so y entreg贸 muerte.

III. LA LEGALIDAD COMO M脕SCARA DE LA INJUSTICIA: EL ESTADO COMO SACERDOTE DE LA NUEVA RELIGI脫N

La ley humana, cuando se aparta de la ley eterna y natural, deja de ser ley y se convierte en corrupci贸n de la misma. El Estado moderno, que otrora fue instituido para custodiar la justicia, ha abrazado la apostas铆a jur铆dica: no solamente tolera el aborto, lo promueve; no solamente lo permite, lo financia; no solamente lo despenaliza, lo convierte en s铆mbolo de civilizaci贸n.

As铆, el aparato legal se convierte en instrumento de muerte. Y, como ense帽aba el Magisterio tradicional, lex iniusta non est lex —la ley injusta no obliga, sino que oprime. El orden jur铆dico que protege la muerte y persigue la vida ha invertido su finalidad: ya no protege al inocente, sino que protege al verdugo.

IV. EL CUERPO DE LA MUJER COMO CAMPO DE BATALLA IDEOL脫GICA

El feminismo moderno ha sustituido el dogma del amor por el dogma de la revancha. El vientre materno, que deb铆a ser santuario, se ha convertido en trinchera; la maternidad, que deb铆a ser don, se ha vuelto esclavitud; la vida, que deb铆a ser acogida, se ha convertido en enemigo. El cuerpo femenino ha sido reclutado como campo de guerra por una ideolog铆a que no busca elevar a la mujer, sino despojarla de su esencia.

La mujer no es liberada cuando rechaza la vida; es desfigurada. El demonio no odia la libertad de la mujer: odia su capacidad de dar vida. Por eso el aborto no es solamente un acto contra el hijo: es una rebeli贸n contra la maternidad misma. Es el grito luciferino: non serviam.

V. LA V脥CTIMA SIN VOZ: EL NO-NACIDO Y LA OMISI脫N DE LOS JUSTOS

El ni帽o por nacer es el m谩s perfecto 铆cono de Cristo inocente: no tiene poder, no tiene voz, no tiene defensa. Y sin embargo, su muerte es celebrada como si fuera una victoria. La cultura moderna no solamente permite el crimen: lo proclama como virtud.

¿Y d贸nde est谩n los justos? ¿D贸nde est谩n los padres, los maestros, los legisladores, los m茅dicos, los cl茅rigos? ¿D贸nde est谩n aquellos que deb铆an alzar la voz en defensa del m谩s peque帽o? Callan. Porque hablar les costar铆a prestigio, seguridad o comodidad. Con todo, la historia, en su vaiv茅n, a veces muestra destellos de heroicidad: en medio de la podredumbre moral, a煤n hay quienes, con una sencilla directriz o “hoja” de intenciones, se atreven a defender la vida del concebido, dando testimonio de que la prudencia pol铆tica, cuando es recta, puede ser un baluarte contra la tiran铆a.

Pero el silencio ante la injusticia es complicidad con el mal. Es mejor morir con la Verdad que vivir con la mentira.

VI. LA VENGANZA DE LA NATURALEZA: CICATRICES ESPIRITUALES

El aborto no termina cuando cesa el latido del ni帽o. El alma de la madre —creada para amar, no para destruir— queda marcada. Aunque la ideolog铆a diga que ha “decidido libremente”, la naturaleza grita. Los vientres vac铆os lloran. Las cunas nunca compradas claman. Las pesadillas no cesan. La culpa no se borra con p铆ldoras.

No solamente se destruye un cuerpo: se hiere un esp铆ritu. No solamente se apaga una vida: se fractura la conciencia. No solamente se suprime al hijo: se oscurece la maternidad.

VII. LA RESPUESTA CAT脫LICA: LUZ EN LA TINIEBLA

No bastan argumentos pol铆ticos. No bastan estad铆sticas m茅dicas. No bastan campa帽as de sensibilizaci贸n. Contra esta herej铆a vital, solo hay una respuesta suficiente: el Evangelio 铆ntegro, la ley natural proclamada con claridad, la doctrina cat贸lica vivida con fidelidad.

Es necesario que resplandezca de nuevo la verdad eterna: que la vida es sagrada, que el hijo no es enemigo, que la maternidad es un don, que el crimen jam谩s puede ser derecho. La respuesta no vendr谩 de las 茅lites ilustradas ni de las ONGs internacionales: vendr谩 de las almas humildes que han guardado la fe, de los laicos valientes, de los confesores fieles, de los ap贸stoles del Sagrado Coraz贸n, que a煤n se atreven a llamar pecado al pecado y gracia a la gracia.

EP脥LOGO: EL D脥A DEL JUICIO Y LA SENTENCIA QUE IMPORTA

Vendr谩 el d铆a en que los inocentes nos miren desde la eternidad. No preguntar谩n qu茅 leyes se aprobaron, qu茅 marchas organizamos, qu茅 editoriales firmamos. Preguntar谩n algo m谩s simple y m谩s terrible: “¿D贸nde estabas t煤 cuando nos mataban?”

Y si nuestro silencio fue c贸mplice, si nuestra tibieza fue disfraz de prudencia, si nuestra omisi贸n fue m谩s c贸moda que nuestra fidelidad… entonces no podremos responder.

La historia juzgar谩 al aborto como juzga hoy a la esclavitud. Pero m谩s all谩 de la historia, el Justo Juez pedir谩 cuentas. Y entonces, s贸lo los que hayan defendido la vida con palabra, con oraci贸n y con sacrificio, ser谩n hallados dignos.

Oscar M茅ndez O.

jueves, 7 de agosto de 2025

YO TE BUSCABA

 

Y yo te buscaba…
no con el nombre preciso,
ni con el mapa correcto,
pero con la herida abierta
y el pecho agrietado por la sed.

Se detuvo mi alma,
como se quiebra un espejo.
No fue el cuerpo —ese polvo
que vuelve a su ceniza—,
fue el alma la que se rompi贸
al mirar lo que siempre estuvo:
que todo se mueve.

Vi la hoja cayendo,
l谩grima de la nada;
la piedra rodando,
sin ra铆z ni promesa;
el r铆o fluyendo,
una sangre sin padre.

Y lo supe, sin libros ni razones:
lo que se mueve
no se da a s铆 mismo el ser.

Lo comprend铆 como se entiende la herida
cuando el fuego de la verdad la quema.
Lo supe como el trigo sabe de la hoz:
en el instante exacto en que cae.

Nadie se mueve solo.
El vac铆o no se alumbra.
La potencia, en su noche, no se crea.
Lo que a煤n no es
no puede darse lo que no tiene.

Y entonces lo supe,
y el pecho se me hizo un templo:
en el fondo del mundo hay algo
que no se mueve.
Y que, sin embargo,
lo mueve todo.

¡Ay, de los que huyeron de la causa,
como ni帽os del pozo sin fondo!
Alargaron la cadena,
los cobardes,
creyendo que el infinito
pod铆a esconder la verdad del abismo.

Pero sin pianista no hay m煤sica.
Sin ra铆z no hay 谩rbol.
Y sin principio,
no hay cosmos.

Una cadena sin primer eslab贸n
es la ca铆da perpetua sin suelo.
Un discurso sin sustancia,
un temblor sin tierra.

Por eso mi raz贸n, mi pobre raz贸n
—tan herida y tan fiel, tan de barro y tan luz—
clam贸 en la noche oscura:
¡No m谩s! ¡No m谩s fugas!

Debe haber un solo motor,
quieto como un trueno contenido,
que no reciba manos,
porque 脡l las dio todas.

Uno
que no sea movido
porque es acto.
Uno
que no nazca
porque es ser.

Y si el mundo no solo existe,
sino que canta en su belleza,
es porque Aquel que lo hizo
no solo lo caus贸,
sino que lo am贸 hasta la forma.

Una flor no florece por c谩lculo.
Un ni帽o no r铆e por necesidad.
Una estrella no gira por utilidad.

Todo eso —la belleza, el ritmo, la gracia—
no es accidente:
es el reflejo del Amado.

El Acto Puro
no es solo quien mueve el universo:
es quien le dio forma,
m茅trica,
y rostro.

La belleza es participaci贸n.
La proporci贸n es eco.
Y el alma, al amar lo verdadero,
no ama una idea:
ama su origen, su principio, su cuna.

Ese origen
no tiene partes.
No envejece.
No espera.
No teme.
Es.

Y en ese solo “Es”,
todo el ser se consuela.
Sin mezcla,
sin tiempo,
sin l铆mite,
sin carencia.

Simplicidad sin ternura falsa,
eternidad sin reloj,
unidad sin doble,
perfecci贸n sin suma.

No es lo m谩s grande que podemos pensar.
Es Aquello
sin lo cual
no podr铆amos pensar.

La raz贸n no lo fabrica:
lo descubre.
Y al descubrirlo,
se inclina
y calla.

Y en ese silencio… brot贸 un nombre.
No fue un dogma.
Fue un latido.
No fue una consigna.
Fue el eco que se alz贸 desde el fondo del ser.
No lo invent茅.
Lo reconoc铆.

Y entonces lo llam茅:
Dios.

Dios:
es decir,
El Que Es.

No por fe,
no por cultura,
sino porque si 脡l no es,
yo no soy.
Porque si 脡l no es,
nada puede ser.

Mi raz贸n —tan de tierra,
tan de barro—
no se hizo creyente.
Se hizo verdadera.

Y cuando lo hall贸
no alz贸 la voz.
Fue el silencio el que grit贸 por ella.

El pensamiento se descalz贸 como Mois茅s,
y el alma, temblando, le susurr贸:
T煤 eras… desde siempre.

No, modernidad:
tu cadena es un temblor sin tierra.
No, ilustrado:
tu raz贸n sin ser es una linterna sin bater铆a.
No, idealista:
tu espejo no es la monta帽a.
No, empirista:
tu prueba no prueba su principio.
No, nihilista:
tu vac铆o es solo ruido con disfraz.

Todos,
con trajes distintos,
huyen del ser.

Porque si el ser es,
hay Dios.
Y si hay Dios,
hay orden.
Y si hay orden,
hay verdad.
Y si hay verdad…
hay juicio.

Pero yo no huyo.
No puedo.
Estoy atado
por la claridad,
por la herida que me quema.

Pensar es obedecer.
Pensar es mirar lo que es.
Y eso que es —el Acto Puro,
la plenitud sin fisura—
no es una opci贸n filos贸fica.

Es la ley.
Es la paz.
Es el origen.

Sin 脡l,
mi mente es un juego.
Mi libertad, una ruina.
Mi raz贸n, un fuego sin chispa.

Pero con 脡l,
todo se ordena.
Todo se purifica.
Todo calla.

Y entonces,
por fin,
no digo:
“yo creo”.

Digo:
“yo veo”.

Y al ver,
mi alma se arrodilla.
No por miedo,
sino por gozo.

Porque lo ha encontrado.
Porque ha vuelto.
Porque ya no busca.

Y al fin,
en la noche m谩s alta,
con el pecho hecho templo,
el pensamiento no piensa.

Se inflama.
Se entrega.
Se adora.

Ama…
como arde quien ha visto el Ser.
Ama…
como el eco eterno del Fiat que dijo:
“Sea la luz.”

Tarde te am茅,
Belleza tan antigua y tan nueva…
T煤 estabas dentro,
y yo afuera.
Me llamaste,
y rompiste mi sordera.
Me tocaste,
y ardo en tu paz.

脫scar M茅ndez O.

mi茅rcoles, 6 de agosto de 2025

A 150 A脩OS DEL MARTIRIO DEL PRESIDENTE ECUATORIANO DON GABRIEL GARC脥A MORENO


Todas sus actividades para promover la fe cat贸lica enfurecieron a los masones y, cuando fue elegido para un tercer mandato en 1875, se consider贸 su sentencia de muerte. Escribi贸 de inmediato al papa P铆o IX pidiendo su bendici贸n:

"Deseo obtener tu bendici贸n, para que me sea dada la fuerza y la luz que tanto necesito para ser, hasta el fin, un hijo fiel de nuestro Redentor y un siervo leal y obediente de su Vicario Infalible. Ahora que las Logias Mas贸nicas traman en secreto mi asesinato, necesito m谩s que nunca la protecci贸n divina para vivir y morir en defensa de nuestra santa religi贸n y de la amada rep煤blica que estoy llamado a gobernar una vez m谩s".

La predicci贸n de Garc铆a Moreno fue correcta; el 6 de agosto de 1875, fue asesinado en las escaleras del Palacio Nacional de Quito, apu帽alado con cuchillos y rev贸lveres. Sus 煤ltimas palabras fueron: "¡Dios no muere!". Faustino Rayo, con un machete, le infligi贸 heridas terribles, mientras otros tres o cuatro disparaban sus rev贸lveres. Durante este ataque, Rayo recibi贸 un disparo en la pierna y no pudo escapar con los dem谩s. Uno de los capitanes, indignado, lo mat贸 de un disparo en el acto.

El presidente moribundo fue llevado a la Catedral y depositado a los pies de Nuestra Se帽ora de los Siete Dolores. Un sacerdote le administr贸 la Extremaunci贸n, y un cirujano intent贸 en vano curar sus heridas abiertas. El sacerdote le pidi贸 que perdonara a sus asesinos y su mirada lo demostr贸. Un cuarto de hora despu茅s, expir贸 entre sollozos y l谩grimas de sus asistentes. Sobre su cuerpo se encontr贸 una reliquia de la Vera Cruz y unas notas manuscritas dignas de un santo:

"Salvador m铆o, Jesucristo, dame mayor amor por Ti y profunda humildad, y ens茅帽ame lo que debo hacer hoy para tu mayor gloria y servicio".

El Papa P铆o IX declar贸 que Gabriel Garc铆a Moreno "muri贸 v铆ctima de la fe y de la caridad cristiana por su amada patria".


El lector, acostumbrado al liberalismo que cree triunfante, se sorprender谩 con los elogios a la piedad del presidente. Pero, en realidad, el expresidente de Ecuador fue, sobre todo, un h茅roe de la fe y un defensor de la moral cat贸lica:

En la apertura de las C谩maras Legislativas en 1873, el presidente de esta Rep煤blica, D. Gabriel Garc铆a Moreno, termin贸 su mensaje con estos t茅rminos:

"Pero de nada nos servir铆a nuestro r谩pido progreso si la Rep煤blica no progresase en moralidad a medida que aumenta en opulencia, si las costumbres no fuesen reformadas por la acci贸n libre y poderosa de la Iglesia Cat贸lica."

martes, 5 de agosto de 2025

CONTRA LA FALSA MISERICORDIA DE LOS MODERNISTAS por San Alfonso Mar铆a de Ligorio


 San Alfonso Mar铆a de Ligorio advierte:

“Cierto autor indicaba que el infierno se puebla m谩s por la misericordia que no por la justicia divina; y as铆 es, porque, contando temerariamente con la misericordia, prosiguen pecando y se condenan. Dios es misericordioso. ¿Pero, qui茅n lo niega? Y, a pesar de ello, ¡ a cu谩ntos manda hoy d铆a la misericordia al infierno! Dios es misericordioso, pero tambi茅n justo, y por eso est谩 obligado a castigar a quien lo ofende. 脡l usa de misericordia con los pecadores, pero s贸lo con quienes luego de ofenderle lo lamentan y temen ofenderlo otra vez: Su misericordia por generaciones y generaciones para con aquellos que le temen (Lc 1, 50.), cant贸 la Madre de Dios. Con los que abusan de su misericordia para despreciarlo, usa de justicia. El Se帽or perdona los pecados, pero no puede perdonar la voluntad de pecar. Escribe San Agust铆n que quien peca con esperanza de arrepentirse despu茅s de pecar, no es penitente, sino que se burla de Dios (“Irrisor est, non poenitens”). El Ap贸stol nos advierte que de Dios no se burla uno en vano: De Dios nadie se burla (G谩latas 6:7). Ser铆a burlarse de Dios ofenderlo como y cuanto uno quiere y despu茅s ir al cielo”.

(Serm贸n 32, Ilusiones del pecador ).

s谩bado, 2 de agosto de 2025

LA VERDADERA CONCEPCI脫N EVANG脡LICA DE LA POBREZA



La pobreza que elogia el evangelio no es tanto la efectiva carencia de bienes cuanto la inexistencia de apego a las riquezas. Yo puedo vivir miserablemente, falto de casi todas las cosas, y estar fuertemente adherido a lo poco que tengo, deseando cada vez m谩s. Al contrario, puedo vivir haciendo buen uso de las cosas que est谩n, s铆, a mi alcance y que, sin embargo, no se me pegan al coraz贸n.

Adem谩s de esta concepci贸n evang茅lica de la pobreza resulta preciso considerar tambi茅n el modo como la virtud de la justicia debe presidir nuestra relaci贸n con los bienes. El cuidado m谩s delicado debe reinar, para que no caigamos en la tentaci贸n de apoderarnos arbitrariamente de lo ajeno.

El s茅ptimo mandamiento («no robar谩s») nos manda que se respete la hacienda ajena, que se pague el jornal justo que se guarde la justicia en todo lo que mira a la propiedad de los dem谩s. Al que ha pecado contra el s茅ptimo mandamiento no le basta la confesi贸n, sino que debe hacer lo que pueda para restituir lo ajeno y resarcir los perjuicios.

El d茅cimo mandamiento («No codiciar谩s los bienes ajenos»), nos proh铆be el deseo de quitar a otros sus bienes y el de adquirir hacienda por medios injustos. Dios proh铆be los deseos desordenados de los bienes ajenos porque quiere que aun interiormente seamos justos; que nos mantengamos siempre muy lejos de las acciones injustas y que estemos contentos con el estado en que nos encontramos.

Y no creamos que todo esto es de poca importancia para nuestra salvaci贸n. Escrib铆a san Pedro de Alc谩ntara: «¿Qu茅 responder谩s en aquel d铆a, cuando te pidan cuenta de todo el tiempo de tu vida y de todos los puntos y momentos de ella?» (Tratado de la Oraci贸n y Meditaci贸n, 23).

*

Invocamos a Santa Mar铆a, Abogada nuestra y Refugio de los pecadores: Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Que nos ense帽e a hacer uso de los bienes de este mundo de manera que sean medio y nunca obst谩culo en nuestro camino hacia el Cielo.

Marcial Flavius - presb铆tero

viernes, 1 de agosto de 2025

¿CRISTO DE D脫NDE ES REY?



“«Mi Reino no es de este mundo».

Jesucristo dijo a Pilato que su reino no era de este mundo: «Regnum meum non est de hoc mundo» (Jn. XVIII, 36). Un liberal lee las palabras como si hubiese dicho que el reino de Cristo es exclusivamente sobrenatural, celestial, nunca con dimensiones naturales y/o terrenales. Es tan reiterado el argumento cuanto viejo. El drama est谩 en que los cat贸licos lo repiten como propio.

Lo que Cristo dijo no es que Su reino no est茅 «aqu铆»; en varios pasajes de los Evangelios se dice que 脡l anunciaba que el Reino de Dios hab铆a llegado, que estaba entre nosotros. «Mundo» no designa un lugar opuesto a «cielo» sino el origen y la ra铆z de su poder铆o regio. Sus palabras significan que su Reino no tiene su origen en el mundo; que su principio no es mundano ni se funda en las potestades terrenas, que no est谩 rodeado de los honores del siglo; sino que es divino y, por serlo, se ejerce sobre todo lo creado, incluso sobre el mundo y sobre la vida humana en su plenitud.

Cristo –se dec铆a en tiempos de la Cristiandad—afirm贸 que su reino no era de este mundo para refutar a Pilato que lo cre铆a un puro hombre. Por eso sus palabras dicen que 脡l no es rey por mano humana y, sin embargo, 脡l es el rex mundo. Tal es la ense帽anza de Conrado de Megenberg. Este contrargumento es cl谩sico: que no sea de este mundo significa que no se constituye de manera humana, porque in hoc mundo (a帽ade Agust铆n Trionfo) contamos con el vicio del pecado.

Tampoco dijo Nuestro Se帽or que, por ser celestial, su Reino no se despliega en la tierra, en el mundo. Cristo no est谩 consagrando la «autonom铆a de lo temporal», como suele decirse, pues de inmediato replica a Pilato que no tendr铆a ese poder sobre 脡l si no se le hubiese dado de lo Alto. Malamente podemos decir que Cristo separ贸 lo sobrenatural de lo natural y abandon贸 el mundo humano a su propia suerte. En verdad, Cristo Rey es monarca terrenal en vista de la patria celestial: «El reino donde Cristo reinar谩 eternamente con los suyos –afirma Calder贸n Bouchet—no es de este mundo, pero en 茅l se incorpora. Una de las condiciones esenciales para la existencia de la ciudad cristiana es que Cristo impere y reine en ella como ‘sacerdos et rex’»”.

Juan Fernando Segovia, El dogma de la Realeza de Cristo. Quas primas, de P铆o XI.