martes, 15 de octubre de 2024

NO TE LA PUEDES PERDER


 

 El próximo 17 de octubre, se estrena en México la película Apocalipsis, dirigida por Simón Delacre. La película narra el contenido del último libro de la Biblia, escrito por el apóstol Juan, en el que se describe proféticamente el fin de los tiempos, la segunda venida de Jesucristo y las promesas de premio.

Esta película es un viaje épico a través del tiempo y de la fe, de la mano del apóstol Juan, que guía al espectador, a través de las misteriosas visiones del libro más enigmático de la Biblia, hacia las profecías prontas a cumplirse, hacia un mundo de esperanza que borra por completo cualquier sospecha de abandono por parte del Creador.

Lo anterior, con efectos visuales impactantes y escenas épicas que sumergen al espectador en la narrativa apocalíptica.

Se trata de una experiencia cinematográfica única que llevará al espectador al corazón mismo de la profecía, ofreciéndote una visión diferente del verdadero Apocalipsis, de la segunda venida de Jesus.

¿Quién es Simón Delacre?

Simón Delacre, fundador de CARAVEL FILMS, la casa productora y distribuidora de Apocalipsis, es el guionista, director y productor de “El Apocalipsis de san Juan”.

Simón es conocido por sus papeles en Los Sobrevivientes (2007) y Esquizofrenia (2004). Su carrera comenzó en la Universidad de Buenos Aires, donde estudió cine y se lanzó a dirigir y producir una serie de cortometrajes de Ciencia Ficción, consolidando así su destreza como un realizador integral.


lunes, 14 de octubre de 2024

17 DE OCTUBRE EN MÉXICO: GRAN ESTRENO DE "EL APOCALIPSIS DE SAN JUAN" / LA PELÍCULA / TRÁILER (Fechas en otros países)

https://www.youtube.com/watch?v=SBB_3-cJ4Fc 



ESTRENO INTERNACIONAL EN CINES:

 17 de Octubre
🇲🇽México
🇦🇷Argentina
🇨🇴Colombia 
🇵🇾Paraguay
🇺🇾Uruguay

 24 de Octubre
🇵🇪Perú 
🇻🇪Venezuela

 31 de Octubre
🇨🇱Chile
🇪🇨Ecuador
🇪🇸España

 7 de Noviembre
🇩🇴República Dominicana

 Fecha en Octubre, a definir.
🇧🇴Bolivia
🇨🇷Costa Rica
🇬🇹Guatemala
🇵🇦Panamá
🇳🇮Nicaragua

Para recibir más información, regístrate en www.apocalipsisrevelado.com

¡NO TE LA PUEDES PERDER!

RESEÑA

viernes, 11 de octubre de 2024

EXORCISMO

 

Durante el exorcismo, los demonios le dijeron al santo que con el Rosario que predicaba, llevaba el terror y el espanto a todo el infierno, y que él era el hombre que más odiaban en el mundo a causa de las almas que les quitaba con esta devoción.

Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso y les preguntó a cuál de los santos del cielo temían más y cuál debía ser más amado y honrado por los hombres. Los enemigos, ante estas interrogantes, dieron gritos tan espantosos que muchos de los que estaban allí presentes cayeron en tierra por el susto.

Los malignos, para no responder, lloraban, se lamentaban y pedían por boca del poseso a Santo Domingo que tuviera piedad de ellos. El santo, sin inmutarse, les contestó que no cesaría de atormentarlos hasta que respondieran lo que les había preguntado. Entonces ellos dijeron que lo dirían, pero en secreto, al oído y no delante de todo el mundo. El santo, en cambio, les ordenó que hablaran alto, pero los diablos no quisieron decir palabra alguna.

Entonces el P. Domingo, puesto de rodillas, hizo la siguiente oración: “Oh excelentísima Virgen María, por la virtud de tu salterio y Rosario, ordena a estos enemigos del género humano que contesten mi pregunta”.

De pronto, una llama ardiente salió de las orejas, la nariz y la boca del poseso. Los demonios seguidamente le rogaron a Santo Domingo que, por la pasión de Jesucristo y por los méritos de su Santa Madre y los de todos los santos, les permitiera salir de ese cuerpo sin decir nada porque los ángeles en cualquier momento que él quisiera se lo revelarían.

Más adelante, el santo volvió a arrodillarse y elevó otra plegaria: “Oh dignísima Madre de la Sabiduría, acerca de cuya salutación, de qué forma debe rezarse, ya queda instruido este pueblo, te ruego para la salud de los fieles aquí presentes que obligues a estos tus enemigos a que abiertamente confiesen aquí la verdad completa y sincera”.

Apenas terminó de pronunciar estas palabras, el santo vio cerca de él una multitud de ángeles y a la Virgen María que golpeaba al demonio con una varilla de oro, mientras le decía: “Contesta a la pregunta de mi servidor Domingo”. Aquí hay que tener en cuenta que el pueblo no veía, ni oía a la Virgen, sino solamente a Santo Domingo.

Los demonios comenzaron a gritar: “¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes evitas el infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!”.

“¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros”.

“Un solo suspiro que ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores”.

De igual manera los malignos confesaron que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. “¡Ah! Si esta Marieta –así la llamaban en su furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías!”.

Luego añadieron que “nadie que persevere en el rezo del Rosario se condenará. Porque ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos”.

Es así que Santo Domingo hizo rezar el Rosario a todo el pueblo muy lenta y devotamente, y en cada Avemaría que rezaban, salían del cuerpo del poseso una gran multitud de demonios en forma de carbones encendidos.

Cuando todos los enemigos salieron y el hereje quedó libre, la Virgen María, de manera invisible, dio su bendición a todo el pueblo, que experimentó gran alegría. “Este milagro fue causa de la conversión de gran número de herejes, que incluso se inscribieron en la Cofradía del Santo Rosario”, concluyó San Luis María Grignion de Montfort.


jueves, 10 de octubre de 2024

LA FALSA MISERICORDIA: UNA MANZANA ENVENENADA


1. INTRODUCCIÓN: LA GLORIA DIVINA Y EL PELIGRO DE LA DISTORSIÓN

Desde los primeros días de la revelación, el hombre ha luchado por comprender plenamente la naturaleza de Dios. Nuestro Creador, infinitamente amoroso y justo, no puede ser encasillado en las limitadas categorías humanas. Sin embargo, en tiempos recientes, ha surgido una visión deformada y seductora que presenta a Dios como un ser de misericordia infinita, pero desligada de su justicia. Esta distorsión, aunque aparentemente benigna, es profundamente peligrosa, ya que oscurece la verdad de quién es Dios y pone en riesgo la salvación de las almas.

La Escritura es clara al presentarnos un Dios que es celoso de su gloria: “Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso” (Éxodo 20:5). Esta celosía no es caprichosa ni humana, sino el reflejo de una exigencia justa: que la verdad de su ser sea conocida y adorada sin ser diluida. A través de los siglos, los santos y doctores de la Iglesia han defendido con celo esta verdad, recordándonos que la justicia de Dios no es una opción ni un aspecto secundario de su ser, sino que forma una unidad perfecta con su amor y su misericordia.

2. LA FALTA DE CARIDAD EN LA DISTORSIÓN DE LA MISERICORDIA

Aquellos que predican una falsa misericordia, omitiendo la justicia divina, están fallando en su primer deber de caridad. Enseñar solo la misericordia sin advertir sobre las exigencias de la justicia es, en el fondo, una traición a las almas. San Agustín decía: “Dios no es menos justo cuando perdona, ni menos misericordioso cuando castiga” (De civitate Dei, I, 9). Los que suavizan el mensaje evangélico, quitando el peso de la justicia, no actúan por amor verdadero, sino por una falsa piedad que envenena las almas.

La verdadera caridad debe llevarnos a confrontar la realidad del pecado y de la justicia de Dios. Es un acto de amor enseñar la verdad sobre el juicio divino, porque solo en el reconocimiento de nuestras faltas y en el arrepentimiento sincero puede el hombre acceder a la misericordia redentora de Dios. Los que predican una misericordia sin justicia, lejos de salvar, condenan, al ofrecer una visión ilusoria que no invita a la conversión ni a la santidad.

3. LA MISERICORDIA Y LA JUSTICIA: UNA UNIDAD INDIVISIBLE

Dios, en su perfección infinita, no puede ser dividido en atributos. Su misericordia y su justicia son inseparables, tal como nos lo enseñó Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologiae (I, q. 21, a. 4): “En todas las obras de Dios, la justicia presupone la misericordia y se funda en ella”. Esta afirmación nos recuerda que cada acto de justicia de Dios es un acto de misericordia, porque antes de exigir justicia, Dios ha dado al hombre los medios para responder a su llamado.

San Juan Crisóstomo también ilumina esta verdad cuando dice: “El que castiga es justo y también misericordioso, pues el castigo que inflige lo hace para corregir al pecador y llevarlo de nuevo al buen camino” (Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 43). Este equilibrio entre justicia y misericordia es el pilar que sostiene el plan divino de salvación. Ninguno puede existir sin el otro, pues la misericordia sin justicia no es misericordia, y la justicia sin misericordia sería cruel.

4. EL HOMBRE MODERNO Y LA TENTACIÓN DE LA FALSA MISERICORDIA

El hombre contemporáneo, impulsado por una cultura que rechaza el sacrificio y la penitencia, ha caído en la trampa de creer en un Dios que no exige, que no corrige, que solo ama sin condiciones. Esta visión, sin embargo, está muy lejos de la realidad divina. Es una “manzana envenenada”, una seducción que ofrece consuelo temporal pero conduce a la ruina eterna.

El relativismo moral, que niega la existencia de verdades absolutas, ha contribuido a esta falsa concepción de la misericordia. Bajo la premisa de que “Dios es solo amor”, muchos justifican comportamientos que contradicen la ley divina, creyendo que no tendrán consecuencias. Esta falsa seguridad es peligrosa porque elimina la necesidad de arrepentimiento y conversión. Como enseña el profeta Ezequiel: “Si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, él morirá por ello” (Ez 18, 26).

5. LAS CONSECUENCIAS DE LA DISTORSIÓN: LA PÉRDIDA DEL SENTIDO DEL PECADO

La distorsión de la misericordia lleva inevitablemente a la pérdida del sentido del pecado. Si Dios no castiga, si su misericordia es automática y no requiere esfuerzo por parte del pecador, entonces el pecado deja de tener peso real. El hombre se adormece en una falsa paz, confiando en una salvación que cree garantizada sin necesidad de enmienda. Esta visión no solo es falsa, sino mortal para las almas, ya que las aparta del arrepentimiento sincero, único camino hacia la redención.

San Gregorio Magno, en su Moralia in Job, advierte: “A quien el Señor ama, lo corrige, y a quien recibe como hijo, lo castiga” (Mor., III, 26). La corrección divina es un acto de amor, y negarlo es negar la esencia misma de la relación entre Dios y el hombre. Solo el arrepentimiento sincero, motivado por el reconocimiento de nuestras faltas y el temor reverente a la justicia de Dios, puede abrirnos a su misericordia.

6. LA JUSTICIA EN EL JUICIO FINAL: DONDE TODO SE REVELA

El juicio final es el acto culminante en el que se manifestará plenamente la justicia de Dios. En ese momento, la misericordia y la justicia encontrarán su equilibrio perfecto. Dios juzgará a cada uno según sus obras: Los que hayan respondido a la misericordia con arrepentimiento y obras de caridad serán acogidos en la gloria eterna, mientras que aquellos que hayan rechazado la justicia divina enfrentarán las consecuencias de sus actos.

El infierno, que muchos hoy niegan o consideran simbólico, es una realidad de la justicia divina. San Alfonso María de Ligorio advertía: “El infierno es el castigo para aquellos que desprecian la misericordia de Dios durante su vida” (Práctica del amor a Jesucristo). La negación de esta verdad, bajo la excusa de una misericordia ilimitada, es una traición a la verdad y un grave peligro para las almas.

7. CONCLUSIÓN: LA URGENCIA DE LA VERDAD Y EL GRAVE ERROR DE LA FALSA MISERICORDIA

El error de presentar a Dios como un ser únicamente misericordioso, sin justicia, no es solo un desliz teológico: es una amenaza directa a la salvación de las almas. Es una traición a la verdad, una negación de la realidad más profunda del amor de Dios, que corrige, purifica y llama a la conversión. Permitir que esta falsa misericordia se extienda es abandonar a los hombres a su perdición, es cerrar los ojos ante la caída de miles de almas que, engañadas, creen que el pecado no tiene consecuencias, que el arrepentimiento no es necesario y que la vida eterna es una promesa sin condiciones.

La falsa misericordia es una trampa mortal que, bajo el velo del amor, oculta el veneno de la complacencia y la tibieza. No hay mayor acto de caridad que confrontar este error con firmeza y claridad. Aquellos que callan la justicia de Dios no solo faltan a su deber, sino que son cómplices en la ruina de las almas. Al despojar el mensaje evangélico de la cruz, del sacrificio, y de la necesidad de conversión, están arrastrando a muchos hacia la oscuridad, ofreciéndoles un consuelo temporal a costa de la eternidad.

Es nuestra responsabilidad, como discípulos de Cristo, no solo proclamar el amor de Dios, sino también su justicia. Porque solo en la justicia se encuentra la verdadera misericordia: aquella que nos llama al arrepentimiento, que nos exige cambiar y que, al hacerlo, nos salva. Enseñar la verdad completa sobre Dios, con toda su majestad de amor y justicia, es el mayor acto de amor que podemos ofrecer. Cualquier intento de suavizar esta verdad no es caridad, es cobardía.

No podemos callar cuando vemos que tantas almas se pierden en la falsa seguridad de una misericordia sin condiciones. Es un deber sagrado oponerse a este error y restaurar la enseñanza completa de la fe. La Iglesia no puede y no debe ser cómplice de esta distorsión. Quienes aman verdaderamente a Dios y a sus hermanos deben estar dispuestos a defender la justicia divina, porque solo a través de ella la misericordia puede brillar en todo su esplendor.

El tiempo apremia. El mundo se sumerge en una confusión moral cada vez más profunda, y solo una proclamación valiente y clara de la verdad puede rescatar a las almas de la perdición. Que no se diga de nosotros que fuimos tibios, que dejamos pasar la ocasión de salvar a nuestros hermanos por miedo a la incomodidad. La gravedad del error que enfrentamos exige todo nuestro esfuerzo, nuestra oración y nuestro testimonio. Solo así podremos ser verdaderos instrumentos de la gracia divina, conduciendo a las almas hacia la salvación que Dios ofrece, pero que solo puede ser aceptada en la verdad.

OMO

Bibliografía:

 • Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 • San Agustín, De civitate Dei.

 • San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo.

 • San Gregorio Magno, Moralia in Job.

 • San Alfonso María de Ligorio, Práctica del amor a Jesucristo.

miércoles, 9 de octubre de 2024

EL ÚNICO CONSUELO


"Se acerca el fin, el fin se acerca. Uno vive más largo tiempo, otro menos; pero todos, tarde o temprano, debemos morir, y a la hora de la muerte el solo consuelo que experimentaremos será haber amado a Jesucristo y haber sufrido por su amor los trabajos de la vida".

San Alfonso María de Ligorio

martes, 8 de octubre de 2024

EL PODER DE MARÍA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS


“El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias de Dios, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios; superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo”. 

San Luis María Grignon de Monfort

lunes, 7 de octubre de 2024

EL GÉNESIS COMO FUNDAMENTO DEL PLAN DIVINO


El Libro del Génesis, más que una simple narración del origen del mundo, constituye el fundamento de toda la obra redentora de Dios. San Lorenzo de Brindis, Doctor de la Iglesia y maestro en exégesis bíblica, en su obra “Explanatio in Genesim” profundiza en esta idea, mostrando cómo los primeros capítulos del Génesis no solo relatan la creación, sino que anuncian el plan divino para la salvación de la humanidad. Este artículo explora cómo San Lorenzo teje su comentario en torno a la creación, caída y redención, mostrando que el Génesis es el mapa teológico del plan de Dios para llevar a la humanidad de regreso a la comunión plena con Él.

INTRODUCCIÓN: EL GÉNESIS COMO ANUNCIO DEL PLAN DE SALVACIÓN

El Génesis, en la lectura de San Lorenzo de Brindis, no es una simple narración histórica. Para él, el relato de la creación, la caída y la promesa de redención contenida en este libro no es otra cosa que el primer anuncio del plan de Dios para la humanidad. En el Génesis, Dios revela cómo, desde la creación del mundo, ha dispuesto un plan divino que culmina en la salvación a través de Cristo.

San Lorenzo nos dice: “Desde el principio, todo lo que existe fue creado con un fin: la unión del hombre con Dios. El Génesis nos muestra, no solo el origen del hombre, sino su destino último, la participación en la vida divina” (Explanatio in Genesim). Este pensamiento tiene un eco poderoso en San Ireneo de Lyon, quien, al hablar de la creación en su obra Adversus Haereses, señala: “Dios no creó al hombre para que existiera en el vacío, sino para que compartiera su vida. Toda la historia de la creación es el principio de una historia de redención” (Libro IV, 20, 2).

Así, el Génesis es más que una narración de los primeros días del mundo; es el fundamento de toda la economía de la salvación. Desde la creación de la luz hasta la creación del hombre, todo está orientado hacia un solo propósito: la restauración de la humanidad a su lugar original en la comunión con Dios.

LOS DÍAS DE LA CREACIÓN: MANIFESTACIÓN DEL ORDEN Y LA SABIDURÍA DIVINA

San Lorenzo de Brindis observa en los días de la creación un testimonio del orden y la sabiduría de Dios. Cada día está cuidadosamente estructurado, culminando en la creación del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Esta secuencia, lejos de ser casual, es una expresión perfecta del plan divino.

San Lorenzo comenta: “Dios, en su infinita sabiduría, creó todo de manera progresiva, haciendo cada cosa en su momento para mostrar que su obra es perfecta, ordenada y completa” (Explanatio in Genesim). Este punto es desarrollado también por Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologiae: “El orden del universo refleja la disposición de la sabiduría divina, que distribuye todo lo que existe en relación con su fin último, Dios mismo” (STh I, q. 47, a. 1).

San Basilio Magno, en sus Homilías sobre el Hexaemerón, refuerza este punto al decir: “En cada etapa de la creación, Dios manifiesta su poder y su bondad, y todas las cosas creadas son un reflejo de su sabiduría eterna” (Homilía I, 2). Así, los días de la creación en el Génesis no son solo una serie de eventos, sino una revelación gradual del plan divino para llevar a toda la creación a su perfección, centrada en el hombre.

LA CREACIÓN DEL HOMBRE: IMAGEN DE DIOS Y EL DESTINO DE LA HUMANIDAD

La creación del hombre a imagen de Dios es, para San Lorenzo, el punto culminante del Génesis. No es solo un hecho aislado, sino que prefigura el destino final de la humanidad: la plena unión con Dios a través de Cristo. La Imago Dei no solo significa que el hombre es un ser racional, sino que está llamado a vivir en comunión con su Creador.

San Lorenzo escribe: “El hombre es más que una criatura entre otras. Al ser creado a imagen de Dios, lleva en sí mismo la capacidad de conocer, amar y participar en la vida divina” (Explanatio in Genesim). Esta enseñanza está en profunda armonía con la obra de San Ireneo de Lyon, quien dice: “El hombre, hecho a imagen de Dios, fue creado para alcanzar la visión y comunión con Dios, su creador, y solo en esa comunión encuentra su verdadero ser” (Adversus Haereses, Libro IV, 20, 5).

Asimismo, San Agustín, en su Confesiones, declara: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, I, 1). Esta inquietud del corazón humano es un reflejo del plan divino: el hombre fue creado con el destino de regresar a Dios, y el Génesis no solo muestra su origen, sino su destino eterno.

EL PECADO ORIGINAL: LA RUPTURA DEL PLAN DIVINO

La caída del hombre en el pecado original, según San Lorenzo, es el momento en que la humanidad se desvía del plan divino. Adán y Eva, al desobedecer, no solo pierden la gracia, sino que rompen la comunión con Dios, afectando a toda la creación.

San Lorenzo describe este evento con claridad: “El pecado de Adán no solo trajo muerte al cuerpo, sino que oscureció la luz del alma, que había sido creada para participar en la vida de Dios” (Explanatio in Genesim). San Agustín, en su obra De Civitate Dei, comenta sobre esta ruptura: “Con el pecado de Adán, la humanidad cayó en la muerte espiritual, y solo la gracia divina puede restaurar lo que se ha perdido” (Libro XIII, 14).

San León Magno también profundiza en esta idea cuando dice: “El hombre, creado para la inmortalidad, perdió este don por su desobediencia, pero en Cristo, el Nuevo Adán, se ha restaurado la vida” (Homilía 3 sobre la Pasión). El pecado original, entonces, no es solo una falta moral, sino una ruptura en el plan divino que Dios, en su misericordia, se ha propuesto restaurar a través de Cristo.

CRISTO, EL NUEVO ADÁN: TIPOLOGÍA Y RESTAURACIÓN DEL PLAN

San Lorenzo profundiza en la tipología bíblica, mostrando que Cristo es el Nuevo Adán que viene a restaurar el plan divino de la salvación. Si Adán introdujo el pecado en el mundo, Cristo introduce la gracia, restableciendo la comunión perdida con Dios.

San Lorenzo escribe: “Cristo, el Nuevo Adán, viene a corregir lo que Adán dañó. Por su obediencia, repara la desobediencia del primero, trayendo vida donde antes había muerte” (Explanatio in Genesim). San Pablo lo expresa de manera similar en su Carta a los Romanos: “Así como por la desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos” (Rom. 5, 19).

San Cirilo de Alejandría, en su comentario sobre el Evangelio de Juan, afirma: “Cristo es el nuevo principio de la humanidad, pues con Él se inaugura una nueva creación, libre de las cadenas del pecado” (Comentario a Juan, Libro I). Cristo, entonces, es la clave del plan divino que se desarrolla desde el Génesis: su misión es restaurar lo que el pecado había corrompido.

LA VIDA EN EL JARDÍN DEL EDÉN: UN MODELO PARA LA VIDA CRISTIANA

Para San Lorenzo, el Jardín del Edén es más que un lugar en la historia; es un estado espiritual que representa la comunión perfecta del hombre con Dios. La vida en el Edén es un modelo para la vida cristiana, que busca restaurar esa comunión a través de la gracia.

San Lorenzo explica: “El Edén no es solo un lugar físico, sino un estado de gracia donde el hombre vivía en paz con Dios y consigo mismo” (Explanatio in Genesim). San Bernardo de Claraval, en su obra De Diligendo Deo, nos invita a buscar ese estado: “El hombre, creado para amar a Dios, solo encontrará la verdadera paz cuando regrese a esa unión con su Creador” (Cap. VII).

El mensaje de San Lorenzo es claro: la vida cristiana es una peregrinación de regreso al Edén, un viaje espiritual que busca restaurar la comunión con Dios, rota por el pecado, pero restaurada en Cristo. La plenitud de esta comunión se alcanzará solo en la vida eterna, cuando la humanidad vuelva a su origen, en la comunión perfecta con Dios.

CONCLUSIÓN: EL GÉNESIS COMO FUNDAMENTO DEL PLAN DIVINO

El comentario de San Lorenzo de Brindis sobre el Libro del Génesis no es solo una reflexión sobre los orígenes del mundo, sino una proclamación del plan divino para la redención de la humanidad. Cada capítulo del Génesis revela una parte del plan de Dios, que culmina en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

San Lorenzo nos invita a ver en el Génesis no solo el principio de la historia humana, sino el fundamento del plan divino que guía toda la creación hacia su destino final: la comunión plena con Dios. Esta es la gran enseñanza del Génesis: que desde el principio, Dios tenía un plan, y ese plan es la salvación de su pueblo.

Santo Tomás de Aquino lo resume de manera perfecta: “Todo lo que Dios ha hecho desde la creación tiene un solo fin: llevar al hombre a la comunión perfecta con Él, que es la bienaventuranza eterna” (STh I-II, q. 1, a. 8).

OMO


BIBLIOGRAFÍA:

 1. San Lorenzo de Brindis, Explanatio in Genesim.

 2. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 3. San Agustín, Confesiones y De Civitate Dei.

 4. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses.

 5. San Basilio Magno, Homilías sobre el Hexaemerón.

 6. San León Magno, Homilías sobre la Pasión.

 7. San Bernardo de Claraval, De Diligendo Deo.

 8. San Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Juan.

 9. San Justino Mártir, Diálogo con Trifón.

sábado, 5 de octubre de 2024

LOS MALES DE LA LENGUA: LA ADULACIÓN


Por el padre Benjamín Martín Sánchez 

¿En qué consiste la adulación? En alabar a uno en su presencia, por encima de sus merecimientos, contra la propia persuasión y con mira del propio interés. Los aduladores son unos engañosos, «son hipócritas, y no buscan sino su ganancia». San Bernardo dice que es de hombres viles inclinarse y humillarse donde espera ganar alguna cosa... Las alabanzas nuestras sólo son mentiras; alegrarse de las alabanzas, es lo más vano. Los amigos de contar fábulas son alabados, y los que alaban son mentirosos. Engañamos a los que adulamos: los aduladores mienten.

El mismo San Bernardo dice: El adulador que ha perdido ya su alma, busca el medio de perder la vuestra, porque sus palabras no son más que iniquidad y fraude...Despreciad, pues las lisonjas, despreciad las promesas. La alabanza lisonjera, que es peligrosa, cuando el pecador es alabado según los deseos de su alma... Las palabras del adulador son más suaves que el aceite, pero son dardos envenenados.

San Agustín nos dice: «La adulación es una falsa alabanza... Tenemos dos clases de enemigos: los que nos vituperan y desgarran nuestra honra, y los que nos adulan; pero el adulador es más temible que el verdugo y el calumniador, su lengua es más peligrosa que la cuchilla del verdugo».

La Sagrada Escritura habla fuertemente contra los aduladores, y así nos dice: «El que adula a su prójimo, tiende un lazo a los pies de éste» (Prov 29,5). «Más vale ser reprendido del sabio, que seducido con las lisonjas de los necios» (Ecle. 7,6). «Los que producen divisiones y escándalos., con discursos y lisonjas seducen los corazones de los incautos» (Rom 16,17-18). «Como el crisol prueba el oro y la plata, así las alabanzas prueban al hombre» (Prov 21).

«El adulador es infaliblemente tu murmurador, pues no hay amor donde no hay verdad...Alabarse a sí mismo es dar a besar el propio retrato a los circunstantes».

«El adulador de sí mismo es el peor de los aduladores. Alabarse uno a sí mismo es cosa torpe, vergonzosa y ridícula. Esto es propio del ignorante y orgulloso» (Id.).

Alegraos cuando os vituperan, y jamás cuando os alaben. Mira a los aduladores como enemigos, los más peligrosos y detestables (Pitágoras).

«El que bien se conoce tiénese por vil, y no se complace en las alabanzas humanas...El que hace caso omiso a las alabanzas y de los vituperios se mantiene en una gran serenidad» (Kempis).

«No queramos ser alabados sino es de Dios. Que el hombre os alabe o deje de alabaros, nada perdéis. Aunque el hombre os vitupere, no puede heriros. La alabanza de Dios es la única preciosa, así como el vituperio que viene de Dios es el único temible» (S. J. Crisóstomo).

“LOS MALES DE LA LENGUA”


viernes, 4 de octubre de 2024

SANTA TERESITA NOS HABLA DE LA MUERTE DEL JUSTO

 

"No, no es la muerte la que vendrá a buscarme, sino el mismo Dios. La muerte no es un fantasma, ni un espectro horrible, como se la representa en las estampas. Está escrito en el catecismo que la muerte es la separación del alma y del cuerpo, ¡nada más!. Pues bien: no temo una separación que ha de unirme con Dios toda una eternidad". 

Santa Teresita del Niño Jesús (murió a los 24 años).

“Haced que la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, esté siempre en vuestro corazón y en vuestros labios” (Epístola a los Efesios, VI, 17).